Diego Hernán Padilla Victorica

Diego Hernán Padilla Victorica

 

Diego Hernán Padilla Victorica

 

Diego Hernán Padilla Victorica (Buenos Aires, 20 de septiembre de 1960 – São Paulo, 3 de noviembre de 2019 [1]) ex jugador de la selección brasileña y sudamericana. Militó en los clubes, Colegio Río Branco, Nippon y Alphaville. Desempeñó funciones de entrenador en Alphaville y otros clubes como el Poli y el SPAC.

 

Diego dejó su nombre grabado en la historia de nuestro deporte. Pocas personas representaron tanto el espíritu del rugby como él.

 

Dicen, quienes tuvieron la suerte de jugar al rugby con él o contra él, que “Dom Diego” era un jugador brillante, fullback o centro veloz, fuerte, inteligente, con visión de juego, demoledor en el placaje, desequilibrante, un líder en el campo y una “pesadilla” para el contrario. Pero, cuando finalizaba el encuentro, era el primero en ir a conversar con los rivales y compartir con ellos anécdotas y vivencias, comida y bebida, en el tercer tiempo. Era, ante todo, un buen compañero y un tipo entrañable.

 

 

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Yo tuve ocasión de jugar mi último partido con él, junto a sus veteranos compañeros del Alphaville, en un torneo triangular organizado en el club Nippon, uno de los clubes donde se desempeñó como jugador y con cuyo equipo senior, debutó cuando tan sólo tenía 17 años. Era mi 40 cumpleaños y ese fue su regalo, invitarme a compartir una jornada de rugby con sus camaradas. Fue en esos momentos cuando percibí la verdadera dimensión humana de Dom Diego y el respeto y el cariño que todo el mundo le profesaba.

 

El 5 de noviembre fue su funeral en Sao Paolo. Su familia y amigos más cercanos se quedaron impactados por la cantidad de jugadores de rugby, de todas las edades y clubes de Brasil, que asistieron para despedirse de él. No hubo entierro porque, Dom Diego, una vez más, demostró su enorme generosidad, donando su cuerpo a la ciencia.

 

¡Cuánto te vamos a echar mucho de menos!

 

Un beso enorme para su esposa Mónica y sus cuatro hijos Aramis, Matías, Agustín e Ícaro.

 

¡Descansa en paz, querido Diego!

 

Tu amigo,

 

Eduardo Rubio Avila

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